El doctor José Carlos Moreno, presidente de la Academia, ha recordado que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha elevado al nivel de "riesgo máximo" este tipo de tecnología, sin que exista en España ningún tipo de restricción legal en torno a
ello.
Fue en la década de los noventa cuando empezó la moda del bronceado artificial, y como el cáncer cutáneo tiene un periodo de incubación de 20 años, ahora empiezan a surgir las primeras afectaciones "francamente preocupantes", mientras que el experto vaticina para el futuro "consecuencias nefastas".
Moreno ha hecho hincapié en que las cabinas de rayos ultravioleta son siempre un "enorme peligro" por la radiación que emiten y, en numerosas ocasiones, son utilizadas sin ningún tipo de fotoprotección. Además, ha denunciado que las deficiencias de muchos de estos aparatos "escapan al control" de las autoridades.
"Muchas personas no son conscientes de este riesgo, otras hacen oídos sordos a las advertencias que realizamos constantemente los dermatólogos, incluso la Administración no se ocupa suficientemente de controlar las cabinas de UVA", ha aseverado.
Se ha preguntado por qué el Gobierno actúa contra el tabaco mientras que se olvida de tomar medidas sobre el abuso de los rayos ultravioletas, tan dañinos para la salud.
La intensidad de radiaciones ultravioletas emitidas por las lámparas de los aparatos de bronceado son "muy superiores" a la solares, por lo que "son mucho más concentradas y por ello mucho más perjudiciales".
El presidente de la Academia ha dicho que es "un error muy frecuente" creer que el uso de rayos UVA no es dañino o pensar que es bueno recibir sesiones antes de la temporada de baños para preparar la piel.
La realidad, según los estudios científicos, es que la radiación ultravioleta causa modificaciones en el DNA celular y estas alteraciones provocan cáncer.
Estas emanaciones, producidas por el sol y que son necesarias para mantener la vida y sintetizar la vitamina D, son reguladas por la propia naturaleza cuando llegan a la superficie terrestre a través de la capa de ozono.
Sin embargo, ha lamentado Moreno, el "género humano es capaz de alterar este filtro o bien destruyendo dicha capa o bien produciendo radiación artificial para recibirla con fines cosméticos".
Como todo, en su justa medida, la radiación ultravioleta es beneficiosa e incluso se utiliza con fines terapéuticos en el tratamiento de diversas enfermedades cutáneas, pero su exceso puede, sin lugar a dudas, ser perjudicial.
A corto plazo, ha precisado, puede producir quemaduras, un hecho que, especialmente en la infancia, multiplica por dos el riesgo de padecer un cáncer cutáneo.
También causa reacciones alérgicas, muy especialmente si se está tomando algún medicamento que produce fotosensibilidad, y acelera el envejecimiento cutáneo, con aparición de manchas, pérdida de la elasticidad cutánea y arrugas.
El organismo tiene una capacidad determinada de recibir radiación ultravioleta "pero una vez que la hemos superado -ha agregado el dermatólogo- los rayos se acumulan en nuestra piel y comienzan a producir radicales libres que son el primer paso para la aparición de efectos indeseables".
De hecho, la piel "tiene memoria" y acumula la radiación de forma "irreversible", siendo las pieles claras, que se queman y no se broncean, las que tienen un mayor riesgo que las oscuras.
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